La artista satisfizo las expectativas de los asistentes. Su música les encantó y divirtió. Los grandes compositores de la ópera italiana, francesa y alemana brillaron en el escenario con la versátil actuación de la Choquette.
Gustó su voz aterciopelada que mostró un buen registró sonoro y le permitió ir con solvencia de los tonos agudos a los graves, sorprendió su amplio dominio escénico y su sutileza para manejar el humor.
Manejo solvente de la voz y la gestualidad. Y manejó sorprendente de los músicos, el director y el público. Un violinista acompañó a la artista con su instrumento en malabares circenses tocando y danzando en impensadas posiciones. Álvaro Manzano permitió que le bajaran en vilo del podio, que Choquette le arrebatara la batuta y que improvisara con ella una escena romántica. El público recibió en sus butacas a la cantante que repartió caricias y obligó a bailar con ella a un caballero.
Edith Piaff, la gran diva de Francia, cobró vida en la voz de la Choquette con una de sus canciones emblemáticas. La música de España y la Kalinka rusa llevaron al público a acompañar con sus palmas a los artistas.
Tanto en las canciones que acompañó a la soprano como en sus ejecuciones instrumentales, la Sinfónica Nacional reiteró la gran sonoridad con que realiza sus presentaciones. El Director estuvo acertado con la batuta.
Ovación general al final del repertorio. Nueva ovación en el bis, donde la cantante se atrevió a interpretar música ecuatoriana y música andina.